En el Valle de Río Negro y Neuquén, la superficie dedicada a los cultivos frutales sigue disminuyendo sin encontrar un punto de estabilización. Según el informe más reciente del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), en el año 2023 se perdieron 533 hectáreas de montes frutales, abarcando tanto pomáceas como fruta de carozo. En la última década, la superficie total perdida ascendió a 10.991 hectáreas.

El número no es menor: el Valle perdió cerca del 25% del total de su superficie productiva. Y junto con ella, miles de productores fueron expulsados del sistema.

Los números son aún más dramáticos cuando se estira la serie hasta los últimos 15 años (2009-2023) donde la superficie que abandonó la fruticultura se acerca a las 15.000 hectáreas.

Pero el golpe sobre la actividad no fue parejo en todo el Valle. Hay localidades que hasta hace solo unas décadas eran ejemplo para la producción frutícola y hoy sus tierras productivas están desapareciendo ante la vista de todos.

En 2023 se perdieron otras 533 hectáreas que, hasta el año anterior, estaban produciendo peras, manzanas y carozos.

Las cinco principales localidades con mayor superficie productiva ligada a la fruticultura de pomáceas y carozo concentran el 50% de las hectáreas plantadas en los tres Valles de la región (Alto Valle, Valle Medio y Valle y Inferior). Esta misma relación se observa a la hora de analizar las pérdidas de hectáreas durante 2023.

Sin embargo el impacto relativo es totalmente distinto.

Las cinco localidades que más superficie frutícolas perdieron durante 2023 -en términos relativos- tienen una misma característica: la actividad productiva está tendiendo a desaparecer. Las causas son múltiples: el avance urbano y la falta de descendencia para continuar con la actividad, están entre las variables a computar más importantes.

En Neuquén, y las grandes ciudades del Alto Valle de Río Negro, se ve claramente el avance de las áreas urbanas sobre las productivas. Lo lamentable es que no existe ningún tipo control sobre los nuevos loteos urbanos que se están generando, la mayoría de ellos al margen de toda normativa municipal. En definitiva, lo que costo casi un siglo para lograr contar con tierras fértiles en la región, hoy queda sepultado bajo el cemento. Lo más alejado al sentido común que podamos observar para el desarrollo sustentable de una comunidad.