Este prestigioso galardón se basa en sus destacados descubrimientos relacionados con el ARN mensajero (ARNm), que desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de las exitosas vacunas contra el COVID-19. Además de su impacto en la lucha contra la pandemia, su trabajo abre nuevas perspectivas para tratamientos innovadores contra otras enfermedades, como el Zika, el SIDA y la influenza.

Los científicos fueron galardonados por sus contribuciones clave en el campo de las modificaciones de las bases nucleicas en el ARNm, lo que posibilitó el desarrollo de vacunas altamente efectivas contra el COVID-19. El jurado del Nobel destacó que estos investigadores desempeñaron un papel esencial al acelerar el desarrollo de una vacuna durante una de las mayores amenazas para la salud de la humanidad en tiempos modernos. Katalin Karikó, de 68 años, y Drew Weissman, de 64, trabajan juntos en la Universidad de Pennsylvania en Estados Unidos y han sido reconocidos con varios premios prestigiosos por sus investigaciones, incluyendo el Lasker Award y el Premio Princesa de Asturias en 2021.

A pesar de que la tecnología que respalda las vacunas basadas en ARNm se originó en 2005, las primeras vacunas que aprovecharon esta innovación fueron desarrolladas por Pfizer/BioNTech y Moderna para combatir el COVID-19. Estas vacunas representaron un avance significativo en comparación con las vacunas tradicionales, ya que no requieren el uso de virus debilitados o inactivados. En cambio, se basan en la introducción de una molécula sintética de ARNm que instruye a las células del cuerpo a producir proteínas específicas del virus. Esto permite al sistema inmunológico reconocer y combatir el virus de manera efectiva. El enfoque revolucionario de las vacunas de ARNm radica en su capacidad para evitar la necesidad de cultivar el virus, acelerando así el proceso de desarrollo de vacunas. Karikó y Weissman fueron pioneros en la eliminación de la toxicidad del ARN sintético mientras mantenían su capacidad para inducir una respuesta inmunológica.

Además de su aplicación en la lucha contra el COVID-19, la tecnología del ARNm ofrece un alto grado de versatilidad y promete ser utilizada en vacunas contra otras enfermedades para las cuales aún no existen vacunas, así como en terapias personalizadas contra el cáncer y enfermedades que han sido resistentes a las vacunas tradicionales, como la malaria y el VIH/SIDA.